MI DECISIÓN ANTE EL CÁNCER

Mi decisión ante el cáncer: Luchar y vivir

Desde que te comunican el diagnóstico comienza una desigual batalla entre la esperanza y el desaliento. Desigual porque hay muchas probabilidades de caer en el desconsuelo. Es cuando el alma se te escapa de las manos y ves como irremediablemente se va. Te cambia la vida en un instante.

Los primeros pasos son los peores. El duelo empieza con la biopsia. Y la larga, interminable, espera. Indeseables días pensando en cual será el resultado. Siempre te queda una esperanza, aunque pequeña. Podría ser benigno a pesar del gesto del otorrino cuando me dio el diagnóstico. Todavía resuena dentro de mí:

¡Memos mal que el pulmón está limpio!

Hay otras alternativas

En algo menos de una semana me citaron para darme el resultado.

Se confirmó el cáncer de garganta. Un tumor T4 -en su argot-, el mayor de todos, agresivo y agarrado a una cuerda vocal que había paralizado. De ahí mi afonía cada día más acentuada.

Sentada delante del médico recibiendo el resultado de la biopsia todo lo que me decía me sonaba muy mal. Unas cosas porque no las entendía y otras porque no quería entenderlas. No quería oírle, pero me di cuenta que estaba ante una grave situación que no era solo mía sino que formaba parte de mi marido y mis hijos, de toda mi familia. Había que luchar por mí y por ellos.

Escuché al otorrinolaringólogo:

-En este centro no hay oncología, pero puede desplazarse al hospital cercano a ponerse en manos del oncólogo. Mi opinión es que usted se opere -dijo el nombre: laringectomía- quitando el tumor mediante la extirpación de la laringe. Luego los oncólogos verán si hay que radiar la zona y el tratamiento a seguir.

No creo que tenga que daros muchos detalles sobre mi sufrimiento en aquel instante.

Pregunté por otra alternativa, si la había, si podría conservar mi voz, aunque fuese poquita. Me habló de la radiación de la zona, de la quimioterapia… me habló sin convencimiento ni esperanza y… me fui.

Sentí como si un jurado inapelable me hubiese juzgado y declarado culpable. Con la ayuda de mi familia empezamos a buscar esperanza. Alternativas, quieres tomar la mejor decisión. Que alguien te ampare, te ilusione y te sonría. Las sonrisas y los abrazos también curan. Tendremos oportunidad a lo largo del blog de contarlo.

Empezaba la incertidumbre, sufrimiento interno y callado. Imposible de describir ni compartir. Te invade la tristeza y si ese estado no la arrancas de tu vida es peor que le enfermedad, peor que el cáncer.

Es el mundo de la incertidumbre

Otra opinión  y otra. Siempre suena la misma y desconocida palabra: laringectomía. Suena mal y se hace muy doloroso cuando no escuchas otras alternativas. Para hablar de estos temas convendría hacer ejercicios ante el espejo antes de hablar al enfermo de su terrible situación. Las expresiones las capta el enfermo con una sensibilidad grande. Habla más la expresión que la propia palabra. Incluso a veces se contradicen.

Es el mundo de la incertidumbre, dejarte en manos de otros porque tú lo desconoces todo.

Por fin un otorrino me habló del tratamiento del tumor preservando, o al menos intentándolo, la laringe. Surgen las estadísticas, las previsiones, las alternativas. Tú tienes que tomar la decisión con los únicos datos que te dan y que en breve tiempo debes analizar, con escasos conocimientos y tu capacidad muy limitada. Las estadísticas de curación entre una y otra opción son similares, están al 50%.

Tengo 37 años, mi marido y dos hijos, y sin voz no quiero vivir. Muchos no lo entenderéis, pero fueron muchas las dudas que tuve. Nada sabes de todo esto y la información que te dan lleva una gran bondad y verdad, pero la decisión es solo tuya. ¿Y tú que sabes cuál es la mejor decisión? ¿Lo sabe alguien? Como todo en la vida, la balanza se equilibra al poner pros y contras. Hay que decidir y no mirar atrás. No olvidéis que nada hay peor que alguien te eche en cara la decisión tomada. También me ha ocurrido. Lo contaré en su momento.

Os hablaría del sufrimiento. No me importa sufrir en silencio y para mí, pero no puedo ver sufrir a alguien por mí. Por eso y por ellos actué en aquel momento con una alegría que podía incluso parecer frivolidad. No lo era. Yo era muy consciente de lo que hacía.

No volveré la vista atrás

Fueron unos días de ir y venir. Escuchar y meditar. Después de nuevas pruebas, más detalladas, apareció afectada una zona que antes no se había visto. Eludo los detalles técnicos, pero aquello hizo que se complicase aún más la decisión a tomar.

Y la tomé. No me iba a operar. Había encontrado algo más que  unos médicos. Gracias a ellos y con ellos empecé a vislumbrar el camino que tenía que seguir. Iba a hacerlo acompañada en todo momento. Entraba en la oscuridad, pero con su luz que vi enseguida brillar.

No volveré la vista atrás. Iba a ser muy duro, me avisaron y lo comprendí.

Y empezó el tratamiento.

Merece la pena contar todo lo que allí, en el hospital, me rodeaba, nos rodeaba. Allí sigue esas personas, buenas, y os lo voy a contar en el próximo capítulo.

Alejandra Dávila López